martes, 16 de septiembre de 2008

Vida de Jesus


La vida de Jesús está narrada en los Evangelios redactados por algunos de los primeros cristianos. Jesús nació en una familia pobre de Nazaret, hijo de José y de María. Aunque la civilización cristiana ha impuesto la cuenta de los años a partir del supuesto momento de su nacimiento (con el que daría comienzo el año primero de nuestra era), se sabe que en realidad nació un poco antes, pues fue en tiempos del rey Herodes, que murió en el año 4 a.C.
Fueron precisamente las persecuciones de Herodes las que llevaron a la familia, después de la circuncisión de Jesús, a refugiarse temporalmente en Egipto. El relato evangélico rodea el nacimiento de Jesús de una serie de prodigios que forman parte de la fe cristiana, como la genealogía que le hace descender del rey David, la virginidad de María, la anunciación del acontecimiento por un ángel y la adoración del recién nacido por los pastores y por unos astrónomos de Oriente. Por lo demás, la infancia de Jesucristo transcurrió con normalidad en Nazaret, donde su padre trabajaba de carpintero.
El Bautismo de Jesús, de Guido Reni
Hacia los treinta años inició Jesucristo su breve actividad pública incorporándose a las predicaciones de su primo, Juan el Bautista. Tras escuchar sus sermones, Jesús se hizo bautizar en el río Jordán, momento en que Juan le señaló como encarnación del Mesías prometido por Dios a Abraham. Juan fue pronto detenido y ejecutado por Herodes Antipas, lanzándose Jesucristo a continuar su predicación.
Se dirigió fundamentalmente a las masas populares, entre las cuales reclutó un grupo de fieles adeptos (los doce apóstoles), con los que recorrió Palestina. Predicaba una revisión de la religión judía basada en el amor al prójimo, el desprendimiento de los bienes materiales, el perdón y la esperanza de vida eterna.
Su enseñanza sencilla y poética, salpicada de parábolas y anunciando un futuro de salvación para los humildes, halló un cierto eco entre los pobres. Su popularidad se acrecentó cuando corrieron noticias sobre los milagros que le atribuían sus seguidores, considerados como prueba de los poderes sobrenaturales de Jesucristo. Esta popularidad, unida a sus acusaciones directas contra la hipocresía moral de los fariseos, acabaron por preocupar a los poderosos del momento.
Jesús fue denunciado ante el gobernador romano, Poncio Pilatos, por haberse proclamado públicamente Mesías y rey de los judíos; si lo primero era cierto, y reflejaba un conflicto de la nueva fe con las estructuras religiosas tradicionales del judaísmo, lo segundo ignoraba el hecho de que la proclamación de Jesús como rey era metafórica, refiriéndose al «reino de Dios» y sin poner en cuestión los poderes políticos constituidos.
Consciente de que se acercaba su final, Jesús celebró una última cena para despedirse de sus discípulos; luego fue apresado mientras rezaba en el Monte de los Olivos, al parecer con la colaboración de uno de ellos, llamado Judas. Comenzaba así la Pasión de Cristo, proceso que le llevaría hasta la muerte tras sufrir múltiples penalidades; con ella daba a sus discípulos un ejemplo de sacrificio en defensa de su fe, que éstos asimilarían exponiéndose al martirio durante la época de persecuciones que siguió.
Jesús fue torturado por Pilatos, quien sin embargo, prefirió dejar la suerte del reo en manos de las autoridades religiosas locales; éstas decidieron condenarle a la muerte por crucifixión. La cruz, instrumento de suplicio usual en la época, se convirtió después en símbolo básico de la religión cristiana.
El Cristo Crucificado de Velázquez
Los Evangelios cuentan que Jesucristo resucitó a los tres días de su muerte y ascendió a los cielos. Judas se suicidó, arrepentido de su traición, mientras los apóstoles restantes se esparcían por el mundo mediterráneo para predicar la nueva religión; uno de ellos,
Pedro, quedó al frente de la Iglesia o comunidad de los creyentes cristianos, por decisión del propio Jesucristo. Pronto se incorporarían a la predicación nuevos conversos, entre los que destacó Pablo de Tarso, que impulsó la difusión del cristianismo más allá de las fronteras del pueblo judío.
La obra de Pablo hizo que el cristianismo dejara de ser una secta judía cismática y se transformara en una religión más universal; la nueva religión se expandió hasta los confines del Imperio Romano y más tarde, desde Europa, se difundió por el resto del mundo, convirtiéndose hasta nuestros días en la religión más extendida de la humanidad (si bien se encuentra dividida en varias confesiones, como la católica romana, la ortodoxa griega y las diversas protestantes).

domingo, 7 de septiembre de 2008

Nazaret




La tierra de Jesús

La tierra de Jesús ha recibido diferentes nombres a lo largo de la historia, primero se llamó Canaán, y sus habitantes cananeos. Así se llamaba cuando Abraham llegó a esa tierra, la que Dios le había prometido. Después se llamo Judea, por Judá, la más importante de las tribus de Israel. Así se llamaba en tiempos de Jesús. Pocos años después de la muerte de Jesús, los romanos le dieron otro nombre: Palestina. Actualmente es llamada Israel.

La tierra de Jesús, está situada en el extremo oriental del mar Mediterráneo, es un país muy pequeño, tiene unos 230 km. de largo y unos 120 km. de ancho. Siempre ha sido zona de paso entre los países que tiene al sur, sobre todo Egipto y los que hay al norte. Por allí pasaban las caravanas de comerciantes que iban y venían de Egipto a Siria y las que desde la costa penetraban hasta Arabia. Al ser una zona de paso, todos han querido dominarla para poder controlar así, el comercio de toda la región. Por eso ha sufrido tantas dominaciones y guerras.


La sociedad en la que vivió Jesús

En los tiempos de Jesús, Palestina estaba ocupada por los romanos, por eso la mayoría de los amigos de Jesús, estaban en contra de la dominación romana, porque eso suponía tener que pagar tributos al César o emperador de Roma, y otros muchísimos impuestos pero sin recibir ningún servicio a cambio. Había una multitud que quería rebelarse para conseguir la liberación de su tierra. De hecho, unos de después de la muerte de Jesús, estalló un conflicto con los romanos. Pero en esta situación, no todos sufrían igualmente los efectos de la ocupación romana; había un grupo aristócrata a la que no le iba tan mal, aunque dominados por los romanos seguían teniendo dinero y poder, entre estos estaba la aristocracia sacerdotal, ligada al Templo de Jerusalén. También había grandes terratenientes, comerciantes y recaudadores encargados de administrar impuestos a gran escala.

Jesús tuvo problemas con estas personas, porque su estilo de vida de vida no le gustaba, y al final fueron los que influyeron decisivamente para que fuera juzgado y condenado a muerte.

Caracterísitcas generales

Las gente de Nazaret (como del resto de Palestina) soñaba con muy variados destinos. Algunos imaginaban que pronto vendría un imperio universal bajo el mandato de un Mesías conquistador, que impondría su voluntad por la fuerza; otros ansiaban unas normas basadas en el amor y la honestidad. El futuro era el tema central de conversación entre aquellos hombres. Esta incertidumbre constituía un rasgo característico de su personalidad como pueblo.
Las casas en Nazaret tenían dos partes: una inferior y otra superior. En la superior, que era donde se habitaba, el suelo estaba cubierto de esteras y, en las paredes, había una serie de vasares donde se guardaba las mantas con la parte inferior se utilizaba como almacén, telar o pequeño taller; solían también estabular algunas cabras para disponer de leche.

Nazaret estaba situada cerca de un camino de mar que venía de Egipto y llevaba a Damasco. Esta ruta era recorrida por numerosas caravanas. Pasaba también cerca de Nazaret el camino de Oriente, que, desde el mar, conducía a los comerciantes a lejanas tierras.
En dirección a Occidente se alcanzaba el Mediterráneo, por el que los barcos navegaban hasta Egipto, Grecia y Roma. Aún siendo pues una pequeña ciudad, Nazaret constituía un importante lugar de paso de mercaderías y personas.

miércoles, 30 de julio de 2008

Èl, Jesùs

Según el Evangelio de Marcos, un día Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» Ellos le manifestaron las distintas opiniones de la gente sobre su persona. Pero, después, Jesús les hizo una segunda pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mc 8,27-29).